Tendremos toda la eternidad para dormir

El 10 de noviembre es un acto de resistencia, pero también una oportunidad para consolidar proyectos, cambiar la historia y avanzar, porque precisamente las cosas inesperadas son las que hay que convertir en grandes oportunidades

Quedan menos de 30 días para las elecciones del 10 de noviembre. Hay que votar. Hay que salir a la calle. Hay que rebelarse ante el discurso, tan efectista como efectivo, de la derecha eufórica atrincherada.

El planeta en combustión, guerras comerciales, líderes que cierran parlamentos, hombres -hoy derrotados- en bañador pidiendo manos libres inspirándose en Mussolini. Europa tan cerca de continentes que viven éxodos permanentes de personas que mueren en el mar. En nuestro mar.

Y nosotros gritamos contra el cambio climático. Y toca volver a salir a la calle; la vida es un acto de resistencia, un deporte de combate. Lo fácil es quedarse en casa, haciendo el juego de la derecha, el juego de Trump y Bolsonaro.

Una adolescente nos hace salir a la calle y nos da esperanza. Como tantos jóvenes que nos alumbran. Habrá que responder con hechos.

Desinflarme no está en mi vocabulario. Con ganas de seguir batallando, con fuerzas para recordar que siempre hay tiempo para retroceder. No hubo un fin de la historia, la historia se repite, una historia líquida que distingue perfectamente las desigualdades, que distingue que cada vez hay más y más poderosos, y claro que distingue que necesitamos reglas. Muchas. Seguro que podemos hacerlo mejor, mucho mejor.

El 10 de noviembre es un acto de resistencia, pero también una oportunidad para consolidar proyectos, cambiar la historia, avanzar. Nunca fue fácil. Hubo errores, y los hay. Pero justamente, las cosas inesperadas son las que hay que convertir en grandes oportunidades para reforzar nuestras convicciones, para reparar errores, para certificar proyectos. Para seguir, porque siempre hay que seguir.

Tenemos derecho a enfadarnos, claro que sí. Pero, pese a todo, este también es el tiempo de consolidar lo que queremos: un mundo a gran velocidad en el que podamos construir una alternativa más justa, con mayor equidad, con más igualdad, con más protección y solidaridad, con un modelo de transición productivo claramente enfocado a salvar el planeta. Es imposible que todo salga de golpe, es verdad. Pero para avanzar hay que volver a salir a la calle el 10 de noviembre.

Este fin de semana acudí a un acto que me pareció, sobre todo, un acto que expresaba que la forma de vivir de mucha gente de izquierdas, progresista y socialista, es una forma de vivir rebelándose ante la adversidad, la injusticia, la desigualdad. Y ahí entre mucha gente querida, llena de afecto, escuché una frase, entre lágrimas de mucha gente, que merece la pena recordar: “le he dicho a mi doctor que el 10 de noviembre no me programe la quimioterapia, porque ese día tengo que ir a votar”.

La vida es esto: creer, luchar, resistir, soñar. Es verdad que estamos enfadados, frustrados, cansados… y quedarse en casa el 10 de noviembre es muy tentador. Pero también es lo más fácil. Porque es igualmente verdad que luchar para hacer un mundo mejor está en nuestra mano y que tendremos toda la eternidad para dormir.

 

Pere Joan Pons
Candidat del PSIB-PSOE al Congrés dels Diputats

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